viernes, 18 de diciembre de 2009
El retrato de la señora Lisa expuesto en el Louvre sonríe a los turistas. La dama se mantiene ajena a los flashes de las cámaras, los suspiros de reconocimiento y los empujones de la multitud que cambia el peso de un pie a otro como en un torpe ballet. Recatada, casi inocente, parece contemplar la sucesión de visitantes que hacen sitio a la siguiente horda sin muestras de cansancio. ¿Cómo iba a estar cansada? Al fín y al cabo, no es una persona, sino algo inanimado: un simple objeto, unas cuantas capas de aceite pigmentado sobre madera de chopo; sin duda el trozo de madera más famoso del mundo. Sujeto a un bloque de hormigón tras una barrera de cristal antibalas, el retrato se halla protegido de los vándalos que acuden en busca de sus quince minutos de fama. ¿Quince minutos? La señora Lisa -madonna ("mi señora"), acortado a Monna Lisa, llamada incorrectamente Mona Lisa, y conocida en Francia como la Joconde y en Italia como la Gioconda- ha disfrutado de quinientos años de fama. Tiene la cara más conocida del mundo. Pero ¿Cómo ha llegado a conseguirlo?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario